jueves, 9 de septiembre de 2010

Verde, que te quiero verde.

Verde, que te quiero verde.
Javier Otaola

Somos muchos los aficionados al simbolismo a los que nos gusta investigar las resonancias, evocaciones y pregnancias que encierran los objetos y los seres, las imágenes y los colores para referirse a un sentido que les trasciende.


La victoria española en la Copa del Mundo ha revalorizado el rojo, gracias a 'La Roja', pero es seguramente el verde el color que mayor predicamento tiene hoy entre nosotros.

Para mí el verde está asociado al 'Soneto sonámbulo' de García Lorca y a sus hermosos versos, 'Verde que te quiero verde', pero se le pueden encontrar muchas otras relaciones. En España, durante la II República y la dictadura franquista VERDE era un criptograma de oposición monárquica pues encerraba el significado de 'Viva El Rey De España' (V.E.R.D.E.), a imitación del italiano VERDI por Vittorio Emanuele Re D'Italia.

El movimiento esperantista -tan progresista siglo XIX- se representa con el color verde porque se asocia a la esperanza que está también implícita en su esperanzado nombre. Es el color de la Esperanza de Triana, es el color tradicional de la Verde Irlanda, y también del Islam, seguramente porque en el paisaje arenoso y desértico de Arabia el verde se asociaba naturalmente al oasis donde encontrar vida, salvación y descanso; no es casualidad que ese color sea por lo tanto el preferido en la vexilología de los Estados musulmanes, frente al rojo y al azul que son omnipresentes en las banderas occidentales

También el verde tiene algunas connotaciones negativas como cuando se dice que algo está verde, por inmaduro, cuando se relaciona con lo obsceno, como en 'viejo verde', o cuando se identifica con la envidia.

En todo caso, es predominante la valoración elogiosa y meliorativa del verde desde que se ha hecho vigente entre nosotros lo que Salvador Pániker denomina el paradigma ecológico, gracias al cual somos hoy más conscientes que nunca de las relaciones de interdependencia que se dan entre lo natural y lo cultural, entre lo social y lo medioambiental, entre lo humano-artificial y lo no-humano o natural.

Europa es hoy una sociedad urbana, de piedra, ladrillo, asfalto y cemento, donde cuatro de cada cinco europeos vivimos en áreas urbanas, somos urbanitas que nos hemos adaptado a un mundo humanizado hecho de sociedad y cultura, de piedra y asfalto, pero que recordamos nuestro pasado salvaje y que anhelamos el contacto con el verde de esa Madre Naturaleza de la que nos hemos defendido en nuestras ciudades, pero de la que dependemos y con la que no queremos ni podemos perder el contacto.

Dice el profesor de hermenéutica Patxi Lanceros (Deusto): «Pensar la totalidad exige pensar simultáneamente los contrarios». Así nos recuerda que somos artificio, pero también naturaleza, somos rojos como la sangre y verdes como la clorofila. Nuestra condición humana nos impide descansar en soluciones simples y unilaterales. Vivimos por lo tanto tironeados, de un lado por nuestra condición 'sobrenatural', biográfica, hecha de artificios, de símbolos, de sociedad, y por otro lado por nuestra condición natural hecha de biología y naturaleza. No podemos resolver el dilema mutilando cualquiera de nuestra partes.

La Comisión Europea ha descubierto el protagonismo de las ciudades en relación con los desafíos medioambientales y ha creado el galardón Capital Verde Europea para estimular la emulación entre las ciudades europeas en la promoción de la calidad medioambiental y el desarrollo sostenible.

Pocos vitorianos ignorarán que nuestra ciudad está compitiendo con otras importantes europeas por este galardón en su edición 2011-2012, a saber: Barcelona (España), Malmo (Suecia), Nantes (Francia) , Reikiavik (Islandia).

Esa distinción pretende reconocer:

-Los logros y realizaciones de una ciudad europea en materia de calidad medioambiental.

-Su compromiso a favor de nuevos y ambiciosos objetivos en la mejora de la calidad ambiental y en desarrollo sostenible.

-Su capacidad para servir de modelo e inspiración para otras ciudades europeas en la promoción de buenas prácticas.

En definitiva, el galardón Capital Verde Europea quiere distinguir la capacidad de una ciudad para resolver problemas medioambientales con la finalidad última de mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Verde para la vida.

Estocolmo ha sido la primera ciudad en ser designada European Green Capital 2010 por la Comisión Europea.

El premio le ha sido concedido a la capital sueca en razón a sus excelencias en materia de políticas medioambientales en aspectos tan variados como: cambio climático, transporte público, zonas verdes, calidad del aire, control del ruido, gestión de residuos urbanos, consumo de agua potable y tratamiento de aguas residuales, uso del suelo, biodiversidad…

Estocolmo, además, ha reducido la producción de emisiones de dioxina en un 20% por habitante en 1990 -cuando la propuesta de la Unión Europea actualmente es reducir en un 20%-. Más aún, Estocolmo se ha comprometido a quedar libre de combustibles fósiles en 2050.

A los suecos no les falta ambición.

Vitoria-Gasteiz presume con motivo de ser 'verde por fuera y verde por dentro' y tampoco le falta ambición, tiene argumentos de peso a su favor para merecer ser la próxima Capital Verde Europea. Verde, que te quiero verde.

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