martes, 16 de marzo de 2010

Contra el ruido.- de Javier Otaola

Todos contra el Ruido


Desde la industrialización y no digamos nada desde la generalización de los vehículos de motor el ruido forma parte de nuestro entorno y de nuestra vida cotidiana. La modernidad es ruidosa

Nuestro sistema auditivo no está previsto para activarse y desactivarse a voluntad y no podemos cerrar nuestros oídos de la misma manera que cerramos nuestros ojos. Nuestras orejas están siempre abiertas al mundo que no rodea, lo que significa una recepción continuada de estímulos sonoros a los que no podemos sustraernos. En el budismo, el Buda suele ser representado con los ojos cerrados mirando hacia adentro y con unas grandes orejas, oyendo el mundo, como símbolo de su capacidad para escuchar incluso el silencio. Curiosamente en otros idiomas latinos ( francés, catalán) oír se dice con la palabra “sentir” con lo que el oído parece que se representa como el sentido por antonomasia.

No todo lo que oímos es, afortunadamente, ruido. El concepto de ruido no siempre se puede precisar objetivamente y no depende sólo de su volumen. Por ejemplo para mis hijas el estruendo de una banda de rock sonando a todo volumen en su habitación puede ser un marco sonoro agradablemente estimulante y sin embargo su padre tarareando suavemente una canción mientras se afeita, un ruido insoportable. De ahí que muchos expertos definan así el ruido: “ todo sonido no deseado".

Los factores que inciden sobre el nivel de ruido de nuestras ciudades son múltiples: el progreso técnico con la aparición de muchos artefactos mecánicos o a motor, la proliferación de los medios de transporte, el hacinamiento de ciertos barrios y viviendas con la falta de suficiente separación entre habitaciones, los hábitos culturales y de ocio nocturno, el crecimiento urbano carente en muchos casos de una planificación adecuada son factores que han contribuido a la degradación acústica del medio, y al deterioro de las relaciones entre la persona y su entorno.

La Unión Europea ha realizado estudios regularmente sobre ruido y ha determinado que como efecto de las actividades humanas ese ruido ambiental se ha duplicado en todos los países miembros en los últimos años, hasta el punto que se puede considerar hoy la contaminación acústica como una de las más molestas y de las que mayor incidencia tienen sobre nuestra calidad de vida.

Otro dato a tener en cuenta por nuestra parte: según un informe de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), España es el país europeo con mayor índice de ruido, y el segundo en el ranking mundial después de Japón. Curiosamente dos de los países que en su tradición estética, literaria y mística más han cantado las excelencias del silencio como entorno ideal para el encuentro con el ser.

De estos estudios comparativos se puede concluir que en condiciones de desarrollo tecnológico e industrial semejante no todas las sociedades son igual de ruidosas, o sea que inciden de manera muy significativa factores culturales y educacionales. Cualquiera de nosotros que haya visitado Francia, y haya acudido por ejemplo a un restaurante se habrá dado cuenta de la significativa diferencia en el volumen de las conversaciones y la ausencia de ese bureo característico de nuestros locales públicos. Es evidente que nuestros vecinos franceses tienen otra cultura del ruido y del silencio.

Son muchos los informes científicos que han declarado que el ruido tiene efectos muy perjudiciales para la salud, que incluyen pérdida progresiva de audición, irritación, cansancio perturbación del sueño, estrés, irritabilidad, disminución de rendimiento y de la concentración, agresividad, cansancio, dolor de cabeza, problemas de estómago, alteración de la presión arterial, alteración de ritmo cardíaco, depresión del sistema inmunológico (bajada de defensas), alteración de los niveles de segregación endocrina, vasoconstricción, problemas mentales, estados depresivos, etc.

Son también varias ya las decisiones de nuestras más altas instancias judiciales ( Tribunal Supremo, Tribunal Constitucional, Tribunal Superior del País Vasco) que determinan que las agresiones acústicas suponen violación de derechos fundamentales, a saber: derecho a la intimidad, a la inviolabilidad del domicilio y derecho a la salud y a la integridad física, es decir que esos derechos tienen por objeto la protección de un ámbito reservado de la vida de las personas excluido del conocimiento y de la interferencia de terceros, sean éstos poderes públicos o particulares, en contra de su voluntad (por todas, SSTC 144/1999, de 22 de julio, FJ 8 y 292/2000, de 30 de noviembre, FJ 6).

La preocupación por el ruido como factor de contaminación ambiental ha ido creciendo de manera paulatina y no es casualidad que en 2003 las Cortes Generales hayan promulgado la Ley sobre el ruido reconociendo un derecho a la tutela de los poderes públicos frente al ruido, derecho que en última instancia se vincula al derecho a una esfera de vida propia, protegida de toda agresión.

Ese derecho a una esfera propia se halla estrictamente vinculado a la misma personalidad y deriva, nada menos que de la dignidad de la persona que el art. 10.1 de la Constitución reconoce (STC 202/1999, de 8 de noviembre, FJ 2 y las resoluciones allí citadas), e implica la existencia de un ámbito propio y reservado frente a la acción y la interferencia de los demás, necesario, según las pautas de nuestra cultura, para mantener una calidad mínima de la vida humana (186/2000, de 10 de julio, FJ 5).

En nuestra Oficina del Síndico-Defensor Vecinal una de las quejas más frecuentes suelen ser las relativas a problemas de ruidos provocados entre particulares en el seno de las comunidades de propietarios y también en otros casos provocados por locales de ocio nocturno que no respetan los horarios de cierre o no respetan los límites de volumen en sus aparatos de reproducción musical, incluso también de ruidos nocturnos provocados por las recogidas de residuos urbanos.

Una zona de las más sensibles en esta materia es precisamente nuestro Casco Medieval que por la configuración de sus calles y por la antigüedad de sus edificaciones es más sensible a todos los problemas de ruidos. De hecho este problema se da también en otras ciudades con cascos antiguos que se están volviendo, en buena parte por efecto del ruido, tan inhabitables que sus ciudadanos huyen de ellos abandonándolos.

Es evidente además que todos los problemas de gestión del ruido afectan de manera muy directa al clima social de convivencia entre los ciudadanos porque son vividos como agresiones a la esfera íntima de nuestra vida familiar y personal.

Vitoria-Gasteiz, desde hace años está comprometida con un modelo ecológico de ciudad, que quiere ser habitable y acogedora para todos, lo que implica una gestión eficiente respecto del medio sonoro, actuando tanto el punto de vista inspector y paliativo como educador y preventivo. Nuestro Ayuntamiento tiene medios materiales y equipos humanos altamente cualificados para ello. Todo eso conllevará un esfuerzo para todos los ciudadanos, que en ocasiones deberemos sacrificar algunos de nuestros intereses en aras del interés general, pero hemos de convencernos de que es un esfuerzo que merece la pena y que es además realizable: otras ciudades lo han conseguido.

Javier Otaola.- Síndico-Defensor Vecinal

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